Permanecí esperando a Adolfo más de
cuarenta minutos en una conocida plaza al sur de la ciudad. Después de veinte
minutos le vi llegar. Por poco y no lo reconozco, había cambiado su vestidura
militar por un holgado pants de algodón y su rostro transmitía serenidad en vez
del estrés concerniente a los ajetreados días en combate, las pocas semanas de
su baja definitiva le habían sentado bien.
Adolfo (como había pedido que le llamara por su admiración a
Adolfo Hitler) me relató una de las versiones no oficiales de lo acontecido los
días 8, 9 y 10 del mes de diciembre en 2010, cuando la ciudad de Apatzingán se
vio envuelta en llamas debido a dos enfrentamientos entre la Policía Federal
Preventiva, elementos del ejército mexicano contra la asociación delictuosa
conocida como la Familia Michoacana.
¿Durante cuánto tiempo estuviste en el ejército?
Fueron aproximadamente cinco años, me enlisté en junio de
2007 en mi natal Estado de Hidalgo y decidí salir en 2012..
¿Qué cargo ocupaste durante tu estancia?
Soldado fusilero y tuve dos cursos de paracaidismo
acreditados.
¿En dónde te entrenaron?
Estuve en varias, como la 4ta Zona Militar ubicada en
Hermosillo, Sonora. En la 16ª Zona en Sarabia, Guanajuato, en la
38ª en Tenozique, Tabasco y en guarniciones como Agua Prieta en Sonora y
Ciudad Acuña en Cohuila, por mencionar algunas.
¿Y Coalcomán?
No; allí debíamos aplicar el adiestramiento que habíamos
tomado previamente para combate a guerrilla y crimen organizado.
¿Cómo fue tu llegada a Coalcomán, Michoacán?
Mis compañeros y yo tuvimos que caminar durante cinco días,
pudimos haber ido en helicóptero o en algunos vehículos, pero los coroneles
acordaron no hacerlo por no considerarlo necesario. Los caminos
para llegar no son aptos para el transporte, ni siquiera el del ejército.
Subimos por una colina bastante empinada, finalmente a poco
menos de un kilómetro supimos que estaba la base en la cumbre de aquella
montaña en Coalcomán, el lugar más odiado de Michoacán por ser tan difícil de
llegar.
Las cosas se dificultaron cuando dos compañeros cayeron
desmayados de cansancio y nadie en la sección conservaba una gota de agua en
las cantimploras para reanimarlos. En ese momento el sargento de nuestro
pelotón ordenó quedarnos a cuidarlos mientras los demás regresaban con un
soldado de sanidad, sólo así pudimos descansar.
¿Era dura tu vida en la base?
No tanto. Los siguientes días de recuperación los pasamos
todo el tiempo encerrados.
La ropa aseada, el baño diario y un colchón libre de
alacranes y mosquitos eran las comodidades más importantes que nos daba el
batallón. Raras veces nuestros celulares agarraban señal y aprovechábamos para
comunicarnos con nuestras familias. Generalmente al concluir nuestro
entrenamiento diario, teníamos tiempo libre para jugar baraja o ver alguna
película en el DVD del teniente.
Así fue nuestra vida alrededor de un mes.
¿Qué sucedió?
En la madrugada del jueves 9 de diciembre, el teniente nos
despertó diciéndonos que teníamos sólo diez minutos para preparar nuestro
equipo y salir armados.
Todo era un lío allá afuera. Los vehículos formados en las
calzadas eran revisados por los mecánicos, supe que el batallón saldría en
pocas horas pero nunca nos dijeron hacia dónde, de todos modos la compañía
buscó un lugar para formarse en la explanada para hacer los honores a la
bandera.
Cuando terminó la ceremonia, el coronel nos informó del
enfrentamiento contra los narcos sucedido la noche anterior en la 43 Zona
Militar ubicada en Apatzingán Michoacán en donde también habían participado
varios elementos de la Policía Federal.
Cuando escuchamos el ¡romper filas! corrimos a los
vehículos, los motores encendieron y fuimos al rescate de las dos zonas
militares de Michoacán.
¿Cómo encontraron a Apatzingán cuando llegaron?
De la chingada. Cuando arribamos, eran las ocho de la
mañana. Había varios camiones quemados en la entrada al municipio y
ningún habitante se atrevía a salir, sólo circulaban elementos del ejército, de
las Fuerzas Especiales y de la PFP, al igual que un destacamento de la
Marina enviado desde la zona naval de Lázaro Cárdenas. No había muertos, porque
todos ya habían sido levantados.
Me dirigí a la cafetería de las Fuerzas Especiales,
los Gafes[1] se burlaban por la labor tan pendeja de la Policía
Federal al no haberle podido hacerle frente a unos cuantos sicarios. También
pendejeaban a los batallones de fusileros que no habían auxiliado en la
contienda.
En una mesa encontré a un amigo perteneciente al 51 batallón
de la Zona 43. Platicando con él me dijo: Esta guerra es pura mierda, ayer a
los primeros en chingarse fueron a los pefepos, nunca nos dieron la orden de
reforzarlos, los dejamos morirse como perros.
¿Y tu amigo no te informó algo más sobre lo ocurrido el
día anterior?
Claro. Sucedió que el miércoles 8 de diciembre, en el 51
batallón de infantería, los compañeros efectuaban sus servicios dentro de la 43
zona militar. La mañana del día anterior, las unidades que habían sido
desplegadas en zonas de incidencia habían sido reunidas para presenciar la toma
de protesta de su nuevo comandante.
Durante la bienvenida el General de la 43 Zona Militar
pronunció un discurso en el cual dijo: La guerra contra el narcotráfico es una
lucha de hermano contra hermano, no seremos tolerantes pero no olvidemos que
todos somos mexicanos.
Precisamente esa noche poco después de las 20:00 hrs. se
empezaron a escuchar los primeros disparos, durante algún rato los soldados
pensaron que se trataba de un enfrentamiento, pero varios de los altos mandos
les dijeron que se trataba de cohetes lanzados por alguna festividad.
Pero poco antes de la 21:00 hrs. recibieron la orden de
desplazarse hacia Apatzingán.
La fuerza de reacción del 51 batallón junto con una sección
del 97 batallón salieron sólo hasta después de las 21:30hrs., era de esperarse
que al salir no hallarían nada, se les dio la orden a algunas decenas de
compañeros para hacer un recorrido por algunas calles de la ciudad y volver al
batallón media hora después.
En el recorrido vieron a muchos elementos de la policía
federal acantonados en la cabecera municipal con miedo de volver a ser
atacados. Les dijeron que esa misma tarde ellos habían pedido auxilio a la 43
zona militar y que el General García les había prometido su apoyo, pero los
refuerzos nunca llegaron y se dio pie a una masacre.
Mi amigo me contó que a la unidad de refuerzos se les ordenó
no inmiscuirse en asuntos que pusieran en peligro su vida, antes de llegar a la
zona de conflicto se escondieron atrás de un cementerio.
Dejé a mi amigo en la cafetería. Cuando salí, me topé con un
policía federal, sus ojos tenían temor y decepción, no pude verlo y volví
con mis compañeros.
¿Cómo transcurrió el resto del día?
Durante el resto de la mañana, empezaron a llegar más
marinos así como refuerzos de la policía federal. A las 12:30 se
comenzaron a escuchar disparos a corta distancia, supimos que se trataba de una
emboscada contra los refuerzos, todos los soldados trepamos a los vehículos
para ayudarles pero nos dieron la orden de quedarnos, los únicos que salieron a
apoyar fueron la policía federal y unos cuantos de la marina.
Al poco rato el teniente coronel del 51 batallón de
infantería (el nuevo comandante) salió con unos cuantos elementos de sección 51
de las Fuerzas Especiales hacia rumbo desconocido.
Poco después se nos dio nueva orden para auxiliar a los
pefepos, llegamos a un municipio (no sé cómo se llama) cercano a Apatzingán poco
después las 4:30 pm. En el camino de terracería se encontraban muchos vehículos
de los federales, atrás de ellos los policías se resguardaban de los
francotiradores apostados en lo alto de un cerro.
Nuestros compañeros empezaron a desplegarse en el terreno
porque ya se encontraban en camino las Fuerzas Especiales. En ese momento, las
comunicaciones de los sicarios fueron interferidas por nuestros elementos de
radiocomunicaciones: “los verdes ya vienen para acá. No te preocupes por ellos
tu síguele disparando a los azules, los sapos así caminan, no hay pedo.”
Nos dieron la orden de reforzar a los policías pero éramos
muy pocos a comparación de los narcos, el apoyo que les dábamos era una
chingadera, aún así creíamos ser un distractor para los sicarios,
mientras los Gafes les llegaban por atrás a partirles las madre.
El resto de la tarde y toda la noche los federales
permanecieron acantonados entre sus carros, únicamente salían para evacuar a
sus compañeros heridos y regresar de inmediato. Tuvimos noticias de que algunos
policías habían desaparecido en la confusión del enfrentamiento.
En la madrugada los pocos militares que nos quedamos con la
policía federal, incursionamos sobre el sector en el que los Gafes se debían
haber chingado a los sicarios, pero lo que encontramos no tuvo madre: restos de
cartuchos y radios, rastros de sangre que llevaban a un camino marcado por
huellas de neumáticos, y dos pefepos ultimados.
La mayoría de sicarios había huido horas antes, los Gafes
nunca fueron enviados a ese lugar.
¿Hubo alguna reacción por parte de tus compañeros
al darse cuenta de esto? ¿Cómo reaccionó la gente de Apatzingán?
Hubo mucho descontento entre nosotros, lo que hicieron los
Gafes no tuvo madre. Los dos días siguientes fueron un infierno para todos, los
elementos de la policía federal nos veían con decepción por sus compañeros
caídos, las otras compañías nos decían que no teníamos huevos.
Para acabarla de chingar, los michoacanos hicieron una
protesta frente al batallón exigiendo que la PFP abandonara Apatzingán y los
acusaron de asesinos, en esos momentos odié a aquella gente. El 9 y 10 de
diciembre gran parte del ejército permaneció acantonado en el 51 batallón
mientras los federales salieron a hacerle frente a los sicarios. La gente
olvidó que ellos también eran personas, tenían familias e hijos que no
volverían a ver, mientras los integrantes de la Familia Michoacana se
encontraban en sus domicilios en Apatzingán, Tepalcaltepec y el mismo
Coalcomán.
Nos dio coraje de no poder hacer nada, al regresar a la
base, el resto de las tropas nos abuchearon por no poder haber sido de utilidad
y dejar masacrar a los de la Policía Federal. En aquellos momentos no pudimos
decir que no había sido nuestra culpa, sino órdenes del general de la 43 zona
militar. Fue allí cuando todos comenzamos a decepcionarnos del ejército, pues
eran los mismos generales los que ayudaban a la Familia.
¿Fue allí cuando tomaste la decisión de desertar?
No; eso fue a principios de junio de 2011. Después del
incidente del 24 de mayo en Apatzingán[2]. En esas fechas la PFP trabajó otra vez con el ejército
mexicano, tuvieron un enfrentamiento con Los Caballeros Templarios.
En esa ocasión yo estaba en descanso, me enteré por uno de
mis compañeros que cuando el ejército entró en las localidades de
conflicto, los radios (al igual que la vez anterior) interceptaron las
comunicaciones de los sicarios, ellos decían: a los verdes (militares) no
les disparen, son amigos. A los azules (PFP) denles con todo.
En el único apoyo hacia la PFP por parte de el ejército, un
helicóptero militar descendió para apoyarlos, pero el Comandante del batallón
51 de inmediato notificó al general de la 43 que estaban en posición para
acribillar a los sicarios en una emboscada, éste les respondió por radio: ¿Que
chingados haces ahí? Retírate. Mi amigo, varios compañeros militares y policías
escucharon estas palabras.
Los federales quedaron solos cuando el helicóptero ascendió,
también fueron acribillados a tiros.
Al día siguiente el capitán de marinos se presentó
directamente con el comandante de la PFP para brindarle su apoyo, así, el
ejercito quedó totalmente excluido y lo único que hizo en los días siguientes
fue llevar a un corralón las camionetas abandonadas de los cárteles, entraron
en casas de seguridad para rapiñar cartuchos, armamento y droga que
posteriormente exhibieron ante los medios.
Fue esta noticia la que nos hizo desertar del ejército a
varios compañeros y a mí. Pero hasta mediados de junio de 2012 pude
presentar mi renuncia formal.
Brevemente ¿qué opinas sobre tu estancia en el
ejército y de esta guerra contra el narcotráfico?
Creo que tanto militares como policías federales, somos la
carne de cañón de este gobierno. La verdad, muchos de los delincuentes están
protegidos por altos mandos. Si para nuestra mala fortuna llegamos a
agarrar a un protegido de los peces gordos, a quien carga la chingada es a
nosotros. Ya han desaparecido varios compañeros en una guerra que fue puro
teatrito de Calderón.
Me duelen mis camaradas que aún siguen en el ejército,
exponiendo sus vidas, después ellos son los que pagan las chingaderas. Lo malo
es que la gente se olvida de que un soldado sólo obedece órdenes.
[1] Forma en que se les llama a los integrantes del
Grupo Aeromóvil de las Fuerzas Especiales (G. A. F. E.)
[2] Fecha en que se suscitó un narco-bloqueo en la
carretera Santa Ana-Apatzingán. Lo que dio pie a un nuevo enfrentamiento entre
narcotraficantes, PFP y ejército mexicano.
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