Tuxtla Gutiérrez, Chiapas a 15 de abril de 2014
El poder del espectáculo, tan esencialmente unitario,
centralizador por la fuerza misma de las cosas y perfectamente
despótico en su espíritu, se indigna con frecuencia al ver constituirse bajo su
reinado una política- espectáculo, una justicia-espectáculo, una
medicina-espectáculo o tantos otros sorprendentes excesos mediáticos
Guy Debord,
Comentarios sobre la sociedad del espectáculo
Casi todos los gobernantes han sido empollados por
los medios de comunicación, más de la televisión, pero también por la
radio, prensa e internet, donde todos los politiquillos tienen su “página”.
Esas formas de difusión masiva desinforman en
detrimento de la democracia, escribió Guy Debord en su magistral ensayo. Murray
Edelman dice por su parte, en La construcción del espectáculo político,
que “los grupos de interés, los funcionarios públicos [y el personal
editorial que les hace el juego a los anteriores], comparten el interés de dar
las noticias con un carácter dramático […] y lo mismo hacen con las
preocupaciones económicas como la pobreza y los males de la salud, que no
resuelven pero dramatizan ante la opinión pública […] con otros
recursos contribuyen a darles, a la construcción de los espectáculos políticos un
giro hiperreal, para que los destinatarios de la información les presten
atención”.
Esto ha pasado con los golpes mediáticos del peñismo.
A raíz de la regañada que le dieron en Davos, Suiza, los
empresarios y financieros para que redujera la violencia mexicana, sobre todo
en Michoacán y Guerrero, ha pescado a varios capos, hasta lograr la recaptura
de Joaquín Guzmán Loera, alias el Chapo; a la que, junto con la
secretarías de Marina, de la Defensa Nacional, de Gobernación, el Centro
de Investigación y Seguridad Nacional, la Policía Federal…, y la Agencia
Antidrogas, la Agencia Central de Inteligencia y la Oficina Federal de
Investigación estadunidenses dieron una amplia coberturanoticiosa que no
conmovió a la opinión pública nacional, por esa “sabiduría popular” de que
–como con Vicente Fox y Felipe Calderón– se volverá a escapar vestido de
policía o escondido en la ropa sucia del penal o incluso por la puerta
grande con un amparo y la clásica impunidad de la “justicia como
espectáculo”.
La segunda captura del capo enlistado entre los
millonarios, al que le facilitaron la huida de la cárcel gracias a lamano
visible de los tentáculos foxistas de los Bribiesca y que mucho
tuvieron que ver en los negocios-corrupción de Oceanografía en Petróleos
Mexicanos (Pemex), ha sido, como dijo el comisionado peñista coludido con
algunos narcos de las llamadas “autodefensas”, la otra cereza, cuando
se refirió al Mayo (Ismael Zambada).
Pero ésa no es la solución a la violencia por el botín de
la venta de las drogas. En el negocio participan empresarios y banqueros
nativos y extranjeros en complicidad con funcionarios
del nuevo Partido Revolucionario Institucional y exfuncionarios del
viejo y decadente Partido Acción Nacional, en una cadena que viene
desde Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, es decir, desde hace 25 años, cuando el
auge del narcotráfico.
No se trata sólo de atrapar o que se entreguen los
delincuentes de las drogas. Hay muchos chapos. Se trata de atacar su red
financiera que tiene como socios a la jerarquía de la Iglesia Católica, a los
empresarios, a los políticos de dentro y fuera de los Poderes de la Unión y sus
órganos descentralizados o con autonomía.
En suma: de servidores públicos y toda clase de
funcionarios que llegan a los cuerpos policiacos, jueces, ministerios públicos,
presidentes municipales.
El narcotráfico ha penetrado, con sus multimillonarias
ganancias, a todo el sistema administrativo, al Poder Legislativo y al Judicial
con sus ramales en Pemex, bancos y todo aquello donde se lava el
dinero en dólares o pesos mexicanos.
Mientras no se ataque esa estructura financiera por donde
circulan las ganancias de los chapos y sus cómplices, de casi nada sirve
negociar la entrega de los capos o su captura por medio de los servicios de
inteligencia estadunidenses y, sobre todo, de la Agencia Antidrogas de Estados
Unidos, cuando son intocables sus bienes muebles e inmuebles en donde
invierten, como hoteles, empresas, edificios, aseguradoras, bancos (tanto en
Europa como en los paraísos fiscales), en las narices de Washington y
en las del Servicio de Administración Tributaria, cuyos colmillos se
encajan en los mexicanos cautivos de impuestos y no en esa riqueza mal habida a
la luz de la legalidad para violentarla.
Incluso los abogados de los narcos obtienen
amparos para sus millonarios clientes, sobornando al aparato judicial.
Los mexicanos no le conceden ninguna credibilidad a la
captura de los chapos, quienes ya en sus celdas viven acuerpo de
rey y a ellas les llegan sus estados de cuenta bancarios; manejan sus cárteles
a control remoto y compran a celadores, a los demás presos y
directores de las cárceles de “alta seguridad”, hasta que los sobornos les
abren las puertas.
Ya puede el peñismo recibir
“felicitaciones”, adornarse en su cuenta de Twitter con textos
de eficaces, y con la desinformación como espectáculo salir en Televisa y
Tv Azteca. Ya que mientras el mismo gobierno permita ellavado de
dinero del narcotráfico, los capos, sus sicarios, sus contadores, sus
redes, continuarán el relevo de loschapos. Aparecerá otro más “famoso” y se
invertirán recursos públicos en su búsqueda donde lo que priva es la más amplia
y completa corrupción.
Ya los chapos, dentro o fuera de las cárceles, son
parte de la “mafia burocrática y política, de los banqueros y financieros, de
los millonarios [de los medios de comunicación al estilo de Televisa], de los
monopolios […] en el amplio río de las aguas turbulentas de la
criminalidad y las ilegalidades”, como escribe Guy Debord al analizar a los
gobernantes como espectáculo.
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