24 de Febrero del 2015
Víctor M. Quintana S.
ALAI AMLATINA, 18/02/2015.-
En una coyuntura de rampante deterioro de la clase política y fracaso
del plan económico y de reformas de Peña Nieto, México se acerca a las
elecciones federales de medio término, a celebrarse el próximo 7 de junio. Ahí
se renovará por completo la Cámara de Diputados.
La Procuraduría General de la República acaba de dar
“carpetazo”, es decir, acaba de declarar cerrado el caso de la desaparición
forzada de los 43 de Ayotzinapa. Pronunció su “verdad histórica” sobre los
hechos afirmando que los jóvenes fueron ultimados por narcotraficantes e
incinerados en el basurero público de Cocula, en el sureño estado de Guerrero.
Además exculpó al Ejército de cualquier participación en la desaparición de los
jóvenes estudiantes normalistas. Con esto se echa aun más leña al fuego, no se
ha respondido a la demanda de justicia de toda la Nación. Mucho menos se arroja
luz sobre la desaparición forzada de más de veinte mil compatriotas estos
últimos años.
En Michoacán, estado vecino al de Guerrero, la intervención
federal fracasó, como toda la estrategia anticrimen. Se apresó a los
principales dirigentes de las Autodefensas, a los más críticos del gobierno. Se
detuvieron importantes capos, sin embargo, la violencia sigue corroyendo ese
estado, como también Guerrero, Tamaulipas, Chihuahua, Durango, el Estado de
México y varios más.
La victoria de Syriza en Grecia es una muestra de cómo la
indignación puede expresarse -y ganar- por la vía electoral. Con todo lo que
haya que cambiar no deja de ser una referencia para la multitud de indignadas e
indignados que todos los días brotan en este país por múltiples y muy
justificadas causas.
La figura del Presidente de la República se erosiona a pasos
agigantados por los escándalos de enriquecimiento ilícito y tráfico de
influencias que se develan un día sí y otro también. El Enrique Peña Nieto que
hace dos años que era el “golden boy” de los medios informativos de esta
economía globalizada, ahora es criticado acremente por los mismos órganos que
ayer lo ensalzaban: el Wall Street Journal y The Economist. Su poca o nula
legitimidad hace que a pesar de haber entregado todos los recursos de la Nación
con sus reformas, la atracción de inversiones productivas no despunte y la
economía no crezca como se requiere.
Los escándalos de corrupción de servidores públicos bullen
por todo el país y en todos los medios informativos. No sólo las residencias
multimillonarias en dólares del presidente, de su esposa, de su secretario de Hacienda.
También los contratos de privilegio a empresas como HIGA. Escándalos también de
corrupción en varios estados más como en Chihuahua, Guerrero, Veracruz,
Sinaloa. Parece que ninguno de los principales partidos se libra de que al
menos uno de sus ínclitos representantes sea señalado por el dedo de fuego de
una opinión pública harta ya de la partidocracia. El poder presidencial parece
construirse ahora con base en los acuerdos de impunidad y de cobijamiento mutuo
con los señores feudales de las entidades federativas.
También se deteriora el salario de todo tipo y todos los
niveles de trabajadores. Salario que es el único en América Latina que está por
debajo de la línea de pobreza. Por eso vuelven a cobrar dinamismo las
maquiladoras en la frontera, porque México es muy competitivo para machacar el
ingreso de las familias.
Por todo esto es que día a día aumenta y se diversifican las
insurgencias. La de Ayotzinapa, en primer lugar, de dimensiones ya nacionales e
internacionales, persistente, combativa. La de los pueblos y comunidades que
defienden su agua, su territorio, su vida. La que clama por la liberación de
presos políticos como el Doctor Mireles o Nestora Salgado y el respeto absoluto
a los derechos humanos. Las que piden se investiguen y se castiguen casos de
corrupción de gobernadores, como lo demanda Unión Ciudadana e Chihuahua. La de
los agricultores, hundidos por el derrumbe de los precios de sus productos…
En este contexto, no sin razón son muchas las voces que
piden no se lleven a cabo las próximas elecciones o que se promuevan el
abstencionismo y la anulación del voto. Porque es evidente que o no hay
puentes, o hay muy pocos, entre la arena de las luchas sociales y la arena
política partidaria.
Sin embargo, hay voces que señalan que valdría la pena
intentar, experimentar algo que pueda comunicar a las insurgencias con el
proceso electoral federal y sobre todo, con la legislatura que de ahí surja. Se
trataría de que todos los partidos de verdadera oposición al régimen se
pusieran de acuerdo en una plataforma mínima y que se comprometan a impulsarla
conjuntamente en la Cámara de Diputados. Se trataría de retomar las demandas
básicas de la insurgencia social que recorre el país actualmente y convertirlas
en iniciativas de ley, en políticas, en cursos de acción eficaces.
Se dice que esta plataforma para una legislatura de
coalición podría tener cuatro ejes básicos: derechos humanos, lucha contra la
corrupción e impunidad, aumento salarial de emergencia y austeridad de la clase
política. Con medidas y compromisos concretos, sin maximalismos.
La plataforma común debería incluir compromisos para retomar
las demandas fundamentales en torno a Ayotzinapa, los presos políticos y las
desapariciones forzadas. Debería también incluir acciones eficaces para
aumentar el poder adquisitivo de las familias y frenar el deterioro de la
economía popular.
Habría que abordar con valentía el combate eficaz a los
casos concretos de corrupción, comenzando por las residencias de Peña Nieto y
su esposa, el tráfico de influencias a favor de empresas, las denuncias contra
los gobernadores.
En un contexto en que los partidos y los diputados son
quienes menos credibilidad tienen para la ciudadanía, sería muy bueno que los
futuros diputadas y diputados comenzaran por su propia casa. Es decir, que
comenzaran por reducir sus percepciones y privilegios y garantizar un manejo
transparente y de verdadera rendición de cuentas del Legislativo.
Lo más probable es que el deterioro presente por todos los
rumbos de este país haga perder al PRI la mayoría en la Cámara de Diputados.
Pero sería terrible que no se constituyera una nueva mayoría comprometida al
menos en lo mínimo con las causas más urgentes de este país. Ya no podemos
permitirnos un parlamento de minorías pulverizadas y paralizadas. Urge que haya
una mayoría que al menos se haga eco de las muchas insurgencias.
- Víctor M. Quintana S. es asesor del Frente Democrático
Campesino de Chihuahua e investigador/profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
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